Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 24 de febrero de 2011

PROXIMO ORIENTE (VI) Tabu antiporcino





Durante el siglo XII a.n.e., aparece en México la cultura Olmeca. Los olmecas construyeron centros ceremoniales y desarrollaron el arte sacro: altares monolíticos, estelas con bajorrelieves, esculturas. Idearon una escritura jeroglífica y tenían un calendario. Las aldeas aumentaron de tamaño y se construyeron casas sobre plataformas de tierra. Adoraban a deidades jaguares, relacionadas con la lluvia. El control social estaba en manos de chamanes y hechiceros.

Las estepas euroasiáticas, desde el Danubio hasta Siberia, fueron ocupadas por los Escitas, un pueblo indoeuropeo cuya lengua estaba emparentada con la de los arios. Eran ganaderos itinerantes, y sometieron a la población campesina.

El imperio hitita desaparece de la historia, desmembrado por los pueblos del mar y las sublevaciones internas. No obstante, la cultura hitita no se perdió, sino que se conservó en una serie de minúsculos reinos neohititas que sobrevivieron dominados por una u otra potencia según los tiempos. Al noroeste de Anatolia empezaron a destacar los Frigios. En la Ilíada son mencionados como aliados de Troya, luego ya estaban allí antes de la llegada de los pueblos del mar, pero su auge llegó tras ellos. Tal vez se aprovecharon de los desórdenes o tal vez los invasores ocuparon Frigia y se convirtieron así en "nuevos frigios".

Asiria inició un largo periodo de luchas frustrantes en las que trataba de dominar sin éxito a los territorios circundantes, pero no pudo controlar a Babilonia y, sobre todo, al poderoso reino de Urartu. En realidad Asiria ganaba la mayoría de las batallas, pero sus enemigos se recuperaban más fácilmente mientras estaba ocupada en otros lugares. De todos modos, la situación fue sin duda caótica e incierta para toda la zona.

Equipados con armas de hierro, los dorios fueron abriéndose paso lentamente sin que los orgullosos aqueos pudieran hacer nada por evitarlo. Los dorios ocupaban posiciones cada vez más al sur de Grecia y con sus movimientos desplazaban a las tribus eolias. Hacia 1.150 a.n.e., una de ellas, la formada por los tesalios ocupó la región en la que se establecerían definitivamente, y que tomó el nombre de Tesalia. Hacia 1.120 a.n.e., otra tribu eolia, los beocios, se vio obligada a asentarse al sur de Tesalia ante el avance dorio. La región se conoció desde entonces con el nombre de Beocia.

Sin la intervención egipcia, los Hebreos pudieron penetrar más fácilmente en Canaán. Poco a poco fueron enfrentándose a las ciudades locales, esclavizando a las más débiles y pasando a cuchillo a las más beligerantes. En cambio, no pudieron imponerse a los Filisteos que, pese a ser pocos, tenían armas de hierro. Más aún, los Filisteos consiguieron someter a tributo a la tribu israelita de Dan y a otras dos tribus invasoras que sólo más tarde fueron incluidas en la federación de Israel: las tribus de Judá y Simeón. La primera parece estar muy relacionada con los edomitas, mientras que la segunda fue una tribu menor que no tardó en ser absorbida por Judá.

Babilonia había quedado libre de la dominación asiria, pero sus gobernantes casitas no fueron capaces de aprovechar la situación y quedó en la anarquía. Quién sí supo reaccionar fue el antiguo Elam, que envió expediciones para saquear Babilonia. En 1.174 a.n.e., los elamitas se llevaron dos grandes reliquias: la estela con el código de Hammurabi y la estela de Naram-Sin. La frontera más conflictiva era Arabia. Durante los años de anarquía precedentes, las tribus árabes habían hostigado como de costumbre a Mesopotamia. Esta vez se trataba de los Arameos, contra los que Asiria inició una serie de campañas. En general, las campañas contra los nómadas nunca son definitivas, pues los guerreros nómadas se retiran fácilmente y aparecen por otras zonas indefensas, o sencillamente desaparecen hasta que pasa el peligro. También los israelitas sufrían ahora los ataques de los nómadas de Arabia, los llamados Madianitas

La aversión por la carne de cerdo parece, en principio, irracional, el cerdo es, de todos los mamíferos domesticados, el que posee una capacidad mayor para transformar las plantas en carne de forma rápida y eficaz, ¿Porqué, pues, prohibió el dios de los antiguos israelitas a su pueblo no sólo saborear su carne, sino incluso tocarlo, ya estuviera vivo o muerto? El Antiguo Testamento contiene una fórmula bien precisa para distinguir las carnes aptas para el consumo de las prohibidas:”Todo animal de casco partido y pezuña hendida y que rumie lo comeréis”. El ganado porcino es omnívoro, pero no rumiante, en la prohibición del cerdo intervinieron otros factores aparte de su incapacidad para criarse mediante hierbas y otras plantas ricas en celulosa.

Criar cerdos en Oriente Medio era, y todavía es, mucho más costoso que criar rumiantes, porque a los primeros debe proporcionárseles sombra artificial y agua para sus lodazales, y su dieta debe complementarse con cereales y otros productos vegetales aptos para el consumo humano. Para contrarrestar estos inconvenientes los porcinos tienen menos que ofrecer, en concepto de beneficios, que los rumiantes, no pueden tirar de arados, su pelo no se presta a la elaboración de fibras y tejidos, y no se les puede ordeñar, de todos los animales domesticados de gran tamaño son los únicos cuya utilidad principal radica en su carne. Los cerdos se han venido criando en diversas zonas de Oriente Medio desde hace 10.000 años, es decir, desde hace tanto como las ovejas y cabras, e incluso más que el ganado vacuno, en algunas de las aldeas neolíticas más antiguas excavadas han aparecido huesos de cerdo con rasgos indicativos de la transición de las variedades silvestres a las domesticadas.

Una explicación convincente del declive general de dicha ganadería en Oriente Medio se atribuye a la deforestación y al crecimiento demográfico, al principio del Neolítico los cerdos podían hozar en bosques de robles y hayas que proporcionaban sombra y lodazales, además de bellotas, hayucos, trufas y otros productos propios del sotobosque, al crecer la población humana aumentó la superficie cultivada y se destruyeron los bosques de hayas y robles con el fin de ganar espacio para los cultivos, en especial el olivo, eliminando con ello el nicho ecológico del cerdo.

A medida que se destruyeron los bosques, las tierras de pastoreo y cultivo marginales sufrieron un destino análogo, la sucesión general fue como sigue: de los bosques a las tierras de cultivo, de éstas a las tierras de pasto y de éstas a la estepa desértica, aumentando en cada etapa los beneficios de la cría de rumiantes y las pérdidas de la cría de cerdos, se ha calculado que, entre el 500 a.n.e. y el pasado más inmediato, los bosques de Anatolia se redujeron del 70 al 13 por 100 de la superficie total.

El derrumbe de la base práctica de la producción porcina fue causado por la sucesión ecológica, el peligro que entrañaba para esta ganadería era muy tangible y explica bastante bien su condición, el cerdo se domesticó con un solo propósito: Suministrar carne, cuando las condiciones ecológicas dejaron de favorecer su cría, ninguna función alternativa pudo redimir su existencia, se hizo no sólo inútil, sino algo todavía peor: Se convirtió en una criatura nociva, en un animal paria. Esta transformación ofrece, evidentemente, un contraste acusado con la que experimentó el ganado vacuno en la India, tras una serie análoga de acontecimientos ecológicos, deforestación-erosión-desertificación, las vacas dejaron de ser aptas para el consumo, pero en otros aspectos, en especial, la fuerza de tracción y la leche, se hicieron más útiles que nunca, convirtiéndose en divinidades animales que santificaban a quien las mirara o tocara.

Desde esta óptica, el hecho de que los israelitas siguieran teniendo la posibilidad de criar cerdos, a bajo coste en los bosques de montaña que aún quedaban o en hábitats pantanosos, con gasto extra allí donde escasearan sombra y agua, no entra en contradicción con la base ecológica del tabú, de no haber existido la posibilidad mínima de criar cerdos, el tabú hubiera carecido de razón de ser. Si los israelitas hubieran sido los únicos en prohibir el cerdo resultaría más difícil elegir entre distintas posibilidades a la hora de explicar el tabú antiporcino, pero la presencia repetida de aversiones en diferentes culturas del Oriente Medio brinda un fuerte respaldo a la tesis de que la proscripción israelita constituía una respuesta a unas condiciones prácticas muy extendidas, y no a un conjunto de creencias relacionadas exclusivamente con los conceptos de pureza e impureza de animales privativos de una religión determinada, al menos para otras tres civilizaciones importantes del Oriente Medio, fenicios, egipcios, y babilonios, el cerdo resultaba tan perturbador como para los israelitas.

En los tres casos antes citados la carne de cerdo se consumía sin restricciones en la remota antigüedad, una de las interpretaciones del tabú antiporcino de los egipcios es que fue un reflejo del conflicto fundamental entre la densa población humana que abarrotaba el Valle del Nilo, desprovisto de árboles, y las necesidades alimentarias del cerdo, que afectan a productos vegetales que los seres humanos también pueden consumir.

En Mesopotamia, lo mismo que en Egipto, el cerdo cayó en desgracia después de un largo periodo de popularidad, al parecer, cayó en desgracia cuando los campos de regadío sumerios se contaminaron con sal y hubo que sustituir el trigo por la cebada, especie vegetal que tolera mejor la sal, pero de rendimientos relativamente bajos, estos problemas agrícolas contribuyeron al derrumbamiento del Imperio Sumerio y al desplazamiento del centro de poder río arriba, a Babilonia, durante el reinado de Hammurabi (1.900 a.n.e.) se siguieron criando cerdos, pero éstos desaparecen totalmente del registro arqueológico e histórico de Mesopotamia a partir de esas fechas.

A propósito de la medicina en la Biblia: En el Deuterenomio (28 y 21-28) se lee: “Que el Señor envíe sobre ti la peste.... que el Señor te hiera de tisis y sarna... que el Señor te hiera la locura y ceguera. Yo soy Yahvé tu sanador”, y en Salmos: “ Yahvé el que sana todas las dolencias”, en el Antiguo Testamento y en el Talmud las referencias médicas son abundantes y precisas tanto de medicina como de cirugía, se describen estudios anatómicos post-morten de esófago, laringe, tráquea, membranas del cerebro, páncreas, órganos sexuales, bazo, riñones, médula, la sangre es considerada como principio vital, hay estudios de hígado, sobre la cirrosis, la necrosis hepática, la descripción de tumores, de enfermedades con ictericia, trastornos biliares, así como difteria y la descripción y estudios de la lepra y los esfuerzos para evitarla.

miércoles, 16 de febrero de 2011

PROXIMO ORIENTE (V) Los Pueblos del Mar




Hasta entonces el tránsito marítimo por el Mediterráneo había tenido un carácter esencialmente comercial. Es verdad que Creta había desarrollado una armada con la que había impuesto su hegemonía en el Egeo, pero debieron de encontrarse con una resistencia mínima. Los mismos egipcios usaban barcos para transportar sus tropas a Canaán, pero siempre bordeando la costa. Nadie hasta entonces había enviado tropas en barcos para librar una batalla importante lejos de sus costas. La idea de llevar tropas al otro lado del mar debía de ser considerada una locura para los egipcios.

Sin embargo, los griegos micénicos empezaron a aventurarse por el mar con fines militares. Sin duda les llegaron productos exóticos provenientes de tierras lejanas a través del mar Negro, pero esta vía comercial estaba enteramente bajo el control de Troya. Oriente debió de adquirir fama de ser una tierra rica y paradisíaca. En efecto, los griegos tenían una leyenda al respecto, según la cual mucho tiempo atrás un grupo de cincuenta héroes mitológicos capitaneados por Jasón emprendieron una arriesgada aventura hacia oriente en busca del vellocino de oro, la piel de un carnero divino cuya lana era de oro, símbolo de la prosperidad de las tierras lejanas. Embarcaron en la nave Argos, por lo que eran conocidos como los Argonautas, entre los cuales estaban el mismo Teseo, el que venció al Minotauro y liberó a Atenas del dominio cretense, y con él Hércules, y su padre Peleas, y Orfeo, y muchos otros. Respecto a Troya, resultó ser un pequeño obstáculo en el camino pues, cuando trató de impedir el paso a la expedición, Hércules desembarcó, saqueó la ciudad y mató al rey Laomedonte junto con todos sus hijos excepto Príamo, que era el rey a la sazón. Nada de esto tiene visos de realidad. Más bien debemos suponer que estas historias fueron inventadas por los griegos micénicos para animar al pueblo, o tal vez a los aqueos, pueblo tan poco interesado por el mar como Egipto, a lanzarse sobre Troya y acabar con su hegemonía. Las leyendas griegas al respecto hablan de una coalición de Argivos y Aqueos en una expedición contra Troya. En principio "argivo" hace referencia a la ciudad de Argos, que era una de las ciudades micénicas más importantes, pero es probable que el término se usara para referirse indistintamente a todos los griegos micénicos. Naturalmente, el casus belli según los griegos no fue tan prosaico como el de borrar del mapa una ciudad molesta. Según la tradición, la guerra se debió a que Paris, el hijo de Príamo, se llevó (no está muy claro si por la fuerza o de mutuo acuerdo) a Helena, la mujer de Menelao, rey de Esparta, quien solicitó la ayuda de su hermano Agamenón, rey de Micenas, para recuperarla. A su vez, éstos reclamaron la ayuda de otros reyes, como Ulises de Ítaca o el aqueo Aquiles. Al margen de los detalles poéticos, las tradiciones griegas parecen describir dos facciones en pie de igualdad: los argivos, capitaneados por Agamenón y los aqueos, capitaneados por Aquiles. La ciudad de Troya fue destruida y los griegos convirtieron el acontecimiento en una de sus gestas más memorables.

Las leyendas griegas continúan explicando que, al volver a su patria, los héroes se encontraron con una situación turbulenta. Las fábulas se inclinan hacia sucesos más románticos en torno a adulterios, envenenamientos y disputas por el poder, pero la realidad histórica subyacente era de otra naturaleza. Los pueblos indoeuropeos se habían ido extendiendo por la Europa oriental, eran belicosos y en estos momentos debían de pasar por un periodo de escasez o superpoblación, por lo que se expandían en todas direcciones y desplazaban a su vez a otros pueblos. La Grecia micénica empezó a sufrir el acoso de otro pueblo indoeuropeo, emparentado con los griegos pero mucho menos civilizado: los Dorios. Los dorios tenían armas de hierro, lo que les concedía una superioridad contra la que los griegos micénicos no tenían nada que hacer. Como fruto de estas convulsiones el Mediterráneo se llenó de hordas de piratas que sobrevivían atacando y saqueando las ciudades costeras. Estaban formados por mezclas heterogéneas de dorios, griegos micénicos y habitantes de poblaciones variadas que no encontraron mejor salida que lanzarse al mar. Un grupo numeroso de estos piratas desembarcó en las costas de Libia y se unió a los nativos en un ataque contra Egipto.

Parece que hacía los siglos XII y XI a.n.e., los Dorios invadieron Grecia desde el norte acabando con la civilización micénica, que luego trataremos. No está claramente establecidos si subyugaron inmediatamente a los aqueos o si, durante un tiempo, casi fueron compañeros de viaje. Las crónicas de Egipto y de Ugarit mencionan también a los Sherden, cuyo casco adornado con cornamentas puede denotar un origen balcánico, algunos de sus grupos fueron contratados como mercenarios por los faraones, destinándolos a luchar contra los hititas, y el grueso fue finalmente rechazado, marchando hacia Chipre, parece que posteriormente su peregrinaje había partido de Cerdeña, a la que dieron el nombre, otros pueblos emparentados con ellos siguieron itinerarios parecidos cuando fueron rechazados por los egipcios: los Tirrenos se instalaron en la costa italiana y los Shekelesh acabaron asentados en Sicilia, donde fueron conocidos con el nombre de Sículos.

También los testimonios egipcios mencionan a los Lukka como otro pueblo de mar, estos contaban con una flota poderosa, cuyas bases estaban en Lidia y pirateaban toda la costa de Anatolia. Los confusos testimonios mencionan también a los Akamasha, probablemente pobladores aqueos de los estados micénicos que, una vez desplazados por las Dorios, se reasentaron en zonas de influencia de la costa anatólica, amenazando ahora a los hititas, cuyas crónicas citan también a los Tursha, pueblo enigmático que apareció en Anatolia, fue rechazado y reemprendió la navegación por el Mediterráneo, con tan ignorado destino que se les ha llegado a relacionar con los etruscos e incluso con la gaditana Tartesos.

Probablemente también eran aqueos los Denyen, que desembarcaron en las costas anatólicas y sirioplaestinas, una teoría apunta que se fundieron con los hebreos, dando origen a la tribu de Dan, una de las doce tribus de Israel, establecida en las fuentes del río Jordán, los ilirios y los frigios parece que procedían de los Balcanes, se instalaron en Anatolia y fueron responsables de una de las destrucciones de Troya, contribuyeron a la ruina del imperio hitita, poco sabemos de los Weshesh, posiblemente vinculados a Troya.

Los Peleset eran sin duda los filisteos de la Biblia, pueblo de origen Egeo, probablemente griegos cretenses, tenían un asentamiento anterior en las costas croatas, al parecer desde allí saltaron a Creta empujados por los Dorios. En el siglo XII a.n.e., los filisteos participaron en la invasión de Egipto junto con otros pueblos del mar, más adelante ocuparon la costa sur de Palestina, que les debe su nombre. Esencialmente, los filisteos ocuparon cinco ciudades gobernadas cada una por su propio rey, pero que mantenían una débil coalición. Tres de ellas estaban junto a la costa: Asdod, Ascalón y Gaza, mientras que otras dos estaban en el interior: Ecrón y Gat.

jueves, 10 de febrero de 2011

ORIENTE PROXIMO (IV) Las 12 tribus




En el último cuarto del II milenio a.n.e., los grandes imperios del momento, Egipto, Hatti y Asiria, sufrieron el ataque de numerosos invasores, llamados por los egipcios “pueblos del mar”, aunque su irrupción está poco documentada históricamente. Durante el reinado de Amenofis III había ascendido al poder un general semita llamado Yanhamu, que llegó a ser gobernador de los territorios egipcios en Canaan. No fue el único cananeo que gozó de una posición de prestigio en Egipto. Es probable que alguno de ellos (o varios) diera origen al mito bíblico sobre José, un cananeo que ascendió de la esclavitud a virrey de Egipto. Bajo el reinado de Akenatón, Yanhamu estuvo en Egipto, y es plausible que ocupara el alto cargo de "director de los graneros", lo que acabaría vinculándolo con una antigua leyenda egipcia, originariamente atribuida a Imhotep, según la cual José interpretó los sueños del faraón y previno siete años de hambre, y así ordenó a tiempo almacenar las provisiones necesarias para alimentar al pueblo en los años de escasez.

Se suponía que Mitanni era aliado de Egipto, pero Akenatón no respondió a sus peticiones de ayuda, ni tampoco a las de los virreyes y generales de Egipto en Siria, que le informaban de que las posiciones egipcias se veían seriamente amenazadas y solicitaban que enviara a Yanhamu con un ejército. En efecto, unas nuevas tribus nómadas semíticas habían surgido, al igual que sucediera con los amorreos tiempo atrás, y amenazaban las posesiones egipcias en Canaán. Eran los hebreos. Pese a la negligencia de Akenatón, los ejércitos egipcios pudieron impedir que los hebreos se instalaran permanentemente al oeste del Jordán. Sin embargo, los recién llegados formaron tres reinos al este: Amón, Moab y Edom. Los hebreos adoptaron la lengua cananea (estrechamente emparentada con la suya), así como el alfabeto, con algunas adaptaciones. Paulatinamente fueron asimilando diversos aspectos de la cultura cananea.

Los hebreos eran, en origen, mesopotámicos (tal vez arábigos), que emigraron hacia el norte acosados especialmente por la gran invasión amorrea de hacia el 2.000 a.n.e. en sucesivas oleadas llegaron a Canaan desde comienzos del II milenio a.n.e., también es posible que junto a ellos llegaran tribus amorreas incapaces de adaptarse al mundo sedentario de Mesopotamia, donde se habían instalado la mayoría de sus parientes. Los estudios recientes sobre la documentación completa en relación con los habiru nos han permitido unas seguridades limitadas: que se trataba de bandas incontroladas, sin unidad de mando, que se dedicaban a expediciones de rapiña, que a veces concedían sus servicios como mercenarios a los príncipes que les requirieran.

Todos los autores tienden a ver en ellos semitas desarraigados, si bien la referencia inmediata del término sugiere menos un particular grupo humano que un modo de comportarse: Retraídos de la sociedad, apátridas ajenos a los marcos sociales del entorno, aunque en principio podían ser multirraciales, lo normal es que mayoritariamente fueran semitas, si hebreo es lo mismo que habiru, ello no supone nombre propio de pueblo, sino que estas tribus recibieron ese apelativo porque como habiru se comportan, curiosamente los israelitas no se atribuyen así mismos el nombre de hebreos en la Biblia, sino que así se les llama desde fuera y así se denominan ellos sólo cuando hablan con extranjeros, muchos habiru, además, se incorporarían más o menos pronto a las tribus de Israel en su proceso de constitución.

Hacia el año 1.250 a.n.e., en la cuenca oriental del Mediterráneo se produjeron migraciones masivas de distintos pueblos que chocaron entre sí y se empujaron violentamente hasta atacar a los grandes estados establecidos en la región, la mayor parte procedían de la misma cuenca oriental del Mediterráneo y migraron masivamente por causas todavía desconocidas. Puede que drásticos cambios climáticos, como un enfriamiento en el centro de Europa y en los Balcanes, empujaran a sus habitantes hacia el Sur, su migración también pudo estar provocada por razones económicas, como un colapso comercial causado por el bloqueo comercial del rey hitita Tudhaliya III y de su intento de conquistar Chipre ayudado por Ugarit.

Canaán empezó a recibir el embate de nuevas tribus nómadas emparentadas con los hebreos que cien años antes habían ocupado el este de Canaán. Sin embargo, este parentesco no influyó en los hebreos, que rechazaron a los recién llegados. Las primeras en hacer su aparición debieron de ser las tribus de Rubén, Isacar y Zabulón, formaron la coalición de Lía (el nombre de una diosa de los pastores cananeos, vinculada con la Luna), a la que luego se sumaron como tributarios Gad y Aser. La primera de estas dos tribus deriva su nombre de un dios de la buena fortuna, cuyo culto se extendía desde Fenicia hasta Arabia. Aser proviene de Ashir, que era una diosa cananea también de culto muy difundido. La ciudad de Hesbón, situada en el límite septentrional de Moab, aprovechó que el ejército moabita estaba concentrado al este contra los recién llegados y se rebeló con éxito, deshaciéndose de las pocas tropas moabitas de la zona. Las tribus de Lía reaccionaron rápidamente y aprovecharon el caos creado por Hesbón. Atacaron la ciudad y la arrollaron, con lo que se abrieron paso hasta el Jordán. Ocuparon un territorio entre Amón y Moab que más adelante se quedaría en exclusiva la tribu de Rubén.

Durante los últimos años del reinado de Ramsés II la presión sobre los reinos hebreos de Edom, Amón y Moab seguía aumentando. Llegó una nueva tribu dirigida por un caudillo poderoso: Josué. Esta tribu debió de ser especialmente belicosa y parecía tener muy claro el objetivo de cruzar el Jordán e invadir Canaán. Tal vez por ello acogió gustosa en su seno a los hombres más fieros que encontró en la zona: por una parte a una tribu de honderos ambidiestros de gran puntería y por otra a un pueblo de pastores oriundo del norte de Palestina llamado Bene-jamina, cuyo caudillo tenía el título de Dawidum, (posible origen del nombre David). Éstos formaron la tribu de Benjamín, y formaron con los hombres de Josué una coalición identificada con el nombre de Raquel, una diosa de características similares a las de Lía (tal vez las diferencias de culto Lía / Raquel se usaron como signos distintivos de los dos grandes grupos tribales que acechaban Canaán). La coalición de Raquel se engrosó pronto con las tribus de Dan y Neftalí.

Josué debió de pactar una alianza con las tribus de Lía para facilitar su plan de invasión. La confederación se llamó Israel, que significa algo así como "Dios lucha con nosotros". Hacia 1226, Josué cruzó el Jordán con sus hombres y ocupó una rica franja de tierra a la que llamaron Efraím (región fértil), mientras que Benjamín ocupó la zona inmediatamente más al sur. Probablemente, la tribu original de Josué estaba formada por dos clanes poderosos, uno de los cuales ocupó Efraím y el otro fue extendiéndose hacia el norte hasta tener su territorio propio, al que dio el nombre de Manasés. Así, las tribus de Raquel pasaron a ser tres: Efraím, Manasés y Benjamín. De la federación de Raquel original surgió también una tribu diminuta: la tribu de Leví, que en realidad era una clase sacerdotal que no ocupó más que unas pocas ciudades dispersas. Posteriormente la tribu de Leví fue considerada como una tribu de Lía, en lugar de una tribu de Raquel.

jueves, 3 de febrero de 2011

ORIENTE PROXIMO (III) enemigos de Egipto





El principal objetivo militar de Egipto fue preservar su integridad territorial. Por una parte, se defendió contra los intentos de invasión de los pueblos vecinos. Por otra parte, sus campañas en el exterior no iban encaminadas tanto a la anexión de territorios como a ocupar posiciones para alejar lo más posible a los enemigos de las fronteras naturales del estado egipcio y, de paso, someter a pueblos vasallos a aportar tributos. Al sur, los faraones construyeron fortalezas a lo largo del Nilo para defenderse de los ataques de los nubios, contrarios a su expansión meridional.

Egipto nunca consideró a Nubia un país extranjero, sino una parte menos importante de su propio territorio. Los egipcios reclutaron a sus vecinos de sur como soldados auxiliares ya en tiempos de Reino Antiguo, en el III milenio a.n.e., Nubia proporcionó buenos arqueros y los medjai, un cuerpo de exploradores y policías especializados que formó parte del ejército egipcio que expulsó a los invasores hicsos. Mientras a sur de la tercera catarata se formaba el reino de Kush, que resultaría ser un incomodo adversario de Egipto. Durante la dinastía XVIII, Tutmisis I destruyó Kerma, la capital de Kush, y remontó el río hasta Tebas con el cadáver del rey kushita balanceándose boca abajo en la proa de su barco. Las tropas del faraón llegaron más allá de la cuarta catarata, el punto más meridional jamás alcanzado por el ejército egipcio. La gran irrupción de los nubios en Egipto se produjo seiscientos años más tarde, cuando los kushitas avanzaron desde su nueva capital, Napata, para ampliar sus fronteras hacia el norte. Esta expansión culminó en tiempos del rey Piankhy, que completó la conquista de Egipto; con él comenzó la dinastía XXV. Cinco faraones de la familia real khushita gobernaron Egipto en nombre del dios Ammón y respetaron las costumbres egipcias, aunque sus sepulturas no están en las necrópolis reales egipcias, sino en El Kurru y en Nuri, cerca de Napata.

Al oeste, en el desierto occidental, los egipcios mantuvieron una pugna intermitente con los libios por la ocupación de los oasis. Aunque conocemos como libios a todos los habitantes del desierto occidental, éstos no constituían un solo pueblo, sino que formaban un conglomerado de diversas tribus que los egipcios dividieron en dos grandes grupos: los tjehenu, que ocupaban la zona próxima a la frontera de Egipto, y los tjemehu, pueblos del interior del desierto que probablemente descendían de los habitantes primitivos (bereberes) del Sahara. Al oeste del valle y emergiendo de entre la inmensidad desértica, cinco grandes oasis se distribuían de norte a sur: Siwa, Bahariya, Farafra, Dakhla,y Kharga. También podría añadirse la existencia de otros oasis menores, como Selima, Kurfur y dungul, estos últimos en latitudes más meridionales. Los oasis egipcios se asientan en tierras fértiles, en las que, gracias a los manantiales de agua que los sostienen, la vegetación llega a ser exuberante y próspera la actividad agrícola. Su potencial motivó el interés egipcio por explotarlos económicamente. Vino, aceite, higos y dátiles eran sus producciones más características, pero, gracias a la vida que proporcionaban a la región, se propiciaron otras actividades, como el pastoreo y la prospección minera: en sus alrededores se obtenían piedras para la construcción, piedras duras, metales, galena y natrón.

Su importancia también está derivada de su posición estratégica tanto a nivel militar como comercial. El estado egipcio, a partir del Reino Antiguo, destacó funcionarios para que ejercieran el control de esos vergeles. Conforme avanzó el tiempo, el rango de estos “gobernadores de los oasis” iría en aumento, paralelamente a la necesidad cada vez mayor de asegurar los recursos económicos y estratégicos. A partir del Reino antiguo, Egipto consideró a las tribus libias, al desierto y a los oasis como una fuente de la que obtener recursos económicos de importancia a través de campañas periódicas o razzias. Las referencias procedentes del reinado de Snefru (Dinastía IV) y del templo funerario de Sahure (Dinastía V) aportan información iconográfica del botín capturado, consistente en éste último caso en 123400 bovinos, 223200 asnos, 232413 cabras y 243689 ovejas, lo que evidencia el carácter pastoril de la sociedad libia y la importancia de su ganadería.

En el Reino Nuevo el mosaico étnico-cultural sufre un cambio importantísimo. Para empezar aparecen nuevos grupos como los libu y los meshwesh. La investigación respecto a estos dos grupos se encuentra ante diversas polémicas. Por un lado, su origen no está nada claro y algunos les suponen autóctonos, mientras que otros les consideran extranjeros. Por otro lado, el hábitat de estas tribus estuvo situado en la Cirenaica. Los meshwesh habrían ocupado la zona más occidental mientras que los libu la Cirenaica oriental. Este hábitat era idóneo para la economía pastoril que practicaban estas tribus, al contrario que la Marmarica, ya en contacto con la frontera egipcia, enclave poco adecuado para este tipo de actividad. La coyuntura en el Mediterráneo Oriental, marcada por el comienzo de movimientos migratorios masivos, tanto por parte de los libios como de los distintos Pueblos del Mar, parece ajustarse a un incremento en la política defensiva de Egipto.

La fortaleza de Zawiyet umn el-Rakham es la construcción más occidental de ese sistema defensivo. Situada a unos 350 kilómetros de Alejandría, ha proporcionado importante información para conocer las relaciones que mantuvieron egipcios y libios. Según los datos arqueológicos, su función no era sólo de carácter militar: los soldados egipcios aprovechaban los alrededores, cultivando cereales y lino, mientras que en el interior de la fortaleza existían graneros, útiles de siega, corrales para ovejas y cabras, hornos para cocer pan, tinajas para fermentación de cerveza, etc. Es decir, las guarniciones de estas fortalezas contribuían a su abastecimiento cultivando los alrededores. Los arqueólogos han hallado también, objetos de procedencia mediterránea, lo que indica que el fuerte actuó como centro de intercambio comercial con los mercaderes mediterráneos y con los propios libios. De lo que se deduce que los tehenu, los temehu habrían desarrollado una actividad económica con los egipcios, mientras que el verdadero peligro procedía de los libu y de los meshwesh, llegados desde tierras más occidentales, y, posteriormente, de los Pueblos del Mar.

El movimiento de los pueblos hacia el este pudo estar ocasionado porque, dado el incremento de la población, se hicieron necesarios más pastos para el ganado y las tierras de cultivo, a lo que también pudieron añadirse la sequía y los efectos de la desertización. Otros autores defienden que la sociedad libia había alcanzado un gran crecimiento y prosperidad nunca antes lograda. El comercio con el exterior habría sido el motor de la mejore económica de las tribus libias y pudo ser uno de los principales motivos de una estratificación social cada vez más profunda. En este caso, la emigración hacia el este pudo estar provocada por unas élites tan poderosas como interesadas en mantener su status. El crecimiento demográfico, la crisis climática o la presión de unos pueblos sobre otros son distintas causas que también pudieron influir en este complejo proceso.

El paso siguiente consistiría en la transición de la tradicional economía pastoril de las sociedades libias a una economía de carácter agrícola. Para conseguirlo, sería necesaria la expansión y la ocupación de regiones habitadas por agricultores sedentarios. De esta manera, la actuación de estos pueblos libios sugiere un proceso progresivo de infiltración, establecimiento y sedentarización. La necesidad de ocupar nuevas tierras no se debió tanto a una crisis de la sociedad, como a su crecimiento, cuya viabilidad requería esa expansión. Los prisioneros capturados por los egipcios durante estos enfrentamientos fueron recluidos en fortalezas situadas en tierra egipcia, en donde pasaron a tener progresivamente un papel cada vez más significativo dentro de la jerarquía del ejército del faraón. Paralelamente, se llevó a cabo un proceso de egiptianización, si bien conservaron sus nombres y sus señas de identidad externa.

Estos nuevos enclaves se convirtieron en centros emergentes de poder político y militar en donde los libios adquirieron progresivamente mayor influencia y jerarquía dentro de la sociedad egipcia. De esta manera, ciudades como Menfis, Heracleópolis y otras del Delta, se convirtieron en núcleos importantes desde dónde se expandió el emergente poder libio, lo que les permitió asumir poco mas tarde el control político de un estado en plena decadencia. Los libios se convirtieron en príncipes y sacerdotes de las divinidades locales, controlaron cada vez mayores territorios en el norte del país y elevaron al trono de Egipto a Sheshonq, uno de los “Grandes jefes de los Ma. (shwash)”, que inauguró la dinastía XXII.

Expulsados los hicsos, protagonistas del llamado Segundo Periodo Intermedio, inicia Egipto, por 1.580 a.n.e. aproximadamente, la brillante aventura de su Nuevo Imperio, los faraones de este Egipto otra vez reunificado no pierden de vista sus intereses en Canaán y repiten una y otra vez sus expediciones militares, ocupan la tierra y la organizan mediante guarniciones, mandos y funcionarios. Mientras Canaán florecía bajo el protectorado egipcio, los fenicios revolucionaron la escritura. Todos los sistemas de escritura conocidos hasta entonces se basaban en asignar un signo a cada palabra. Esto hacía que la escritura fuera un arte muy complejo, pues había que recordar cientos de signos distintos. Ocasionalmente, algunos signos se usaban con valor fonético para modificar el significado de otro signo, pero los fenicios fueron los primeros que desarrollaron la idea y crearon un sistema de escritura alfabética, es decir, un sistema en el que cada signo representa un sonido, de tal modo que con un reducido inventario de signos (alfabeto) se puede representar cualquier palabra. Para ello eligieron palabras que empezaran por cada uno de los signos de su lengua y convinieron en usar sus signos para representar únicamente a dicho sonido inicial. Por ejemplo, la palabra "buey" era aleph, cuyo primer sonido era una oclusión glótica que no existe en castellano, y su signo pasó a ser la primera letra del alfabeto cananeo. Las siguentes fueron beth, gimel y daleth, que significan "casa", "camello" y "puerta", pero que para los fenicios pasaron a representar los sonidos b, g y d, respectivamente. El alfabeto fenicio no tenía signos para las vocales. Ello se debe a que en las lenguas semíticas cada raíz léxica está asociada a un grupo específico de consonantes, de modo que las vocales sólo tienen una función de apoyo, en todo caso con un valor gramatical que puede deducirse del contexto, es decir, en la lengua cananea no había grupos de palabras como "peso" y "piso", que comparten las mismas consonantes con significados completamente distintos, por lo que, si se escribían las consonantes, cualquier hablante podía reconstruir las vocales. La escritura ha sido inventada independientemente por varias culturas a lo largo de la historia, pero todos los sistemas de escritura alfabética conocidos provienen del fenicio.

Por otra parte, el comercio fenicio se enriqueció con productos novedosos. Mejoraron las técnicas egipcias de fabricación del vidrio, pero sobre todo descubrieron la púrpura, un tinte rojo extraído de unos moluscos con el que se elaboraban tejidos de color brillante que no desteñían al ser lavados. Los fenicios guardaron celosamente el secreto de la elaboración de este tinte, con lo que monopolizaron su comercio durante siglos. La púrpura fue muy codiciada, y se vendía a precios elevados. Entre las ciudades que más se beneficiaron de estas innovaciones estaban Tiro y Sidón.